Per la Independència total i l’Anarquia sense límits (col. Ikaria). Format PDF
La práctica que se desprende de esto es netamente españolista, es decir, paralela a la del estado “español”, y se manifiesta a niveles diferentes:
Sentimos muy profundamente el españolismo que impregna los medios libertarios, pero sería un grave error atribuir la crisis a este único motivo
– Tienen una jerarquía sacerdotal que aletarga a los creyentes con la promesa de este cielo.
– Tienen personajes santificados a los que rinden culto
– Se horrorizan ante la “herejía” , como ruptura de su sistema de valores, como ruptura de la verdad”
Una organización o un movimiento que no esté permanentemente abierto a la autocrítica, acaba siendo una nueva iglesia. Así, a menudo Marx ha acabado en profeta de un nuevomundo paradisiaco, y su obra, en la Biblia que las diferentes sectas – leninista, maoísta, trotskista, stalinista… – se apresuran a interpretar. Y hace falta añadir que algo parecido hapasado dentro del movimiento libertario. Es por esto, que valoramos muy positivamente cualquier crítica – y sobre todo cualquier práctica – antidoctrinal, ya sea un hecho tan brutal ymaravilloso como el estallido insurreccional de la Autonomía Operaria en la Italia del 77 (alucinamos a Marx) o el trabajo realizadopor Arco da Vella en Galicia, Askatasuna en Euskadi, o, ahora, por la Coordinadora Libertaria de los Països Catalans.
De todas formas, y a pesar de la creciente religiosidad del movimiento libertario queremos reivindicar el anarquismo, por considerarlo algo sustancialmente diferente a una ideología. Enprimer lugar, no es obra de un solo autor, sino del resultado de las diferentes aportaciones de un conjunto heterogéneo de autores. En segundo lugar, no es un proyecto acabado, sino quepor su propia dinámica antiautoritaria es necesariamente adoctrinal y abierto a las nuevas situaciones. En tercer lugar, a partir de la idea de anarquía (no-poder) ha dado prioridad a lanegación (lucha e insurrección) ante la afirmación (la sociedad futura). El anarquismo, más que una ideología es una actitud vital del individuo de rebeldía contra todo poder.A pesar de todo esto, dentro del movimiento libertario existe un dirigismo ideológico. Hay una verdad inmutable que todo militante tiene que aceptar. Si un individuo es suficientementecrítico cómo para dejar de militar para la verdad, y empieza a pensar por si mismo, será tildado de hereje, de disidente, de revisionista, etc… La más triste constatación de todo esto latenemos en la expulsión de la CNT de Euskadi del colectivo libertario Askatasuna, que definía la liberación nacional e independencia de Euskadi dentro de una alternativa libertaria y global. Nosotros somos herejes, en el sentido de rechazar cualquier planteamiento doctrinario, incluida – y esto es básico- una hipotética doctrina “anarcoindependentista”.
obrera es sólo uno de los campos de actuación. Es más, en las sociedades democráticas occidentales, donde el progresivo aburguesamiento de la clase obrera ha atenuado hasta hacer desparecer la lucha de clases, si exceptuamos los periódicos reacomodos de los salarios al nivel de consumo – práctica necesaria para el capitalismo- y donde el estado, a través de sus mecanismos de control (partidos, sindicatos, televisión, escuela…) es aceptado por la población, la lucha obrera ha quedado atrás respecto movimientos como el ecologismo, el antimilitarismo, el movimiento estudiantil, etc…
Por todo esto la vieja oposición clase obrera/burguesía como motor fundamental de la revolución no sirve, y es necesario introducir un concepto nuevo, el concepto globalizador del viejo mundo, que se opone a un sector revolucionario nuevo, que tiene la particularidad de no ser externo al propio viejo mundo. El viejo mundo lo es todo: la minoría dominante, la izquierda colaboracionista, la masa conformista… Viejo mundo no es una clase social ni una categoría económica, es una concepción de la vida resultante de siglos de explotación y de alineación, una concepción compartida indistintamente por el burgués o por el obrero. Viejo mundo es un concepto que globaliza una civilización entera. Las diferentes formas de estado representan las posibles estrategias de este mismo hecho.
Por lo que respecta al nuevo sector revolucionario, ha habido diferentes intentos de definición. Para el colectivo Askatasuna es el ciudadano trabajador. Esta concepcióntodavía está dentro del obrerismo. Para el movimiento provo holandés (1965-1968) es el provotariado: “la clase
obrera ha pasado de ser la vanguardia de la revolución a ser la retaguardia de la reacción”. “La nueva clase revolucionaria es el provotariado – formado por los marginados, los estudiantes, los jóvenes descontentos, el lumpen…”. El error de esta concepción está en creer que todos los estudiantes o todos los marginados son la vanguardia de la revolución. Es necesario no hacer sistematizaciones, y especialmente en nuestra área geográfica, donde a pesar del conservadurismo de la clase trabajadora, pervive entre algunos (pero muy pocos, eh!) sectores obreros aquel clima anticapitalista que se respiraba años atrás. En última instancia no se tiene que olvidar que el MIL surgió de aquí. Lo que es necesario desmitificar es el pretendido revolucionarismo de la clase obrera: el sujeto revolucionario es el individuo. Este individuo puede ser obrero, pero hasta en ese caso, no definimos su individualidad en función de la parte de su vida que más desprecia, el trabajo, el salario; o puede ser – como
cada vez es más- un joven descontento, un marginado, etc, pero ninguna de estas etiquetas es anterior a su realidad de individuo.
La crítica al anarcosindicalismo de ho y se produce por no haber sabido entender el enorme potencial revolucionario de los numerosos colectivos libertarios de barrio, de instituto o de facultad, de pueblo, que aparecieron entre 1976-77, y en no haber dinamizado un proceso de articulación y de colaboración en que CNT fuese la vertiente obrera de un movimiento libertario global. Y la crítica – que es autocrítica- a los colectivos libertarios autónomos se centra que delegaron a menudo en CNT este tipo de iniciativas y no supieron adquirir una dinámica propia. Hoy de todo aquello ya no queda nada. El anarcosindicalismo tiene que tener en teoría una actuación a un doble nivel. El primer lugar a partir de núcleos anarquistas de agitación y propaganda a las empresas. Y en segundo lugar, dentro de la asamblea general de los trabajadores de la empresa. La base del movimiento obrero será, consecuentemente, la asamblea, y la tarea del sindicato, además de la agitación y propaganda, está en colaborar en la resistencia, en la solidaridad con otros sectores, en la defensa jurídica, etc (en última instancia, la confederación de sindicatos sería el embrión de la sociedad futura). No obstante, en los años 1976-77, la CNT se lanzó a una campaña de captación de afiliados, similar a la de los “sindicatos mayoritarios”, es decir, basada en la masa obrera, no en el individuo anarquista, basada en la casualidad de los compañeros de
empresa que se afilian a la CNT como se podrían afiliar a CCOO o UGT, no estaba basada en la concienciación. A partir de aquí, es decir, a partir del “sindicalismo de masas” que no es el núcleo anarquista de agitación, pero que tampoco es la asamblea de empresa, la CNT cayó en
la contradicción de crear dentro de cada sindicato un núcleo anarquista dirigente que era el fundador del sindicato, y una masa de afiliados dirigidos por aquél. Esta masa, como toda masa, no tenía criterios propios, era simple carne de cañón del núcleo dirigente. En estas condiciones, un hecho como el “caso Scala” significó el inicio de la huída de la masa afiliada.
Se ha querido presentar este caso como un gran montaje para desmantelar el movimiento libertario, pero en realidad, lo que se jugaba era la credibilidad de la CNT contra la credibilidad del estado, y quién juzgaba favorablemente a uno u otro era el grado de imbecilidad de cada espectador; los que éramos anarquistas antes del “caso Scala” después lo continuamos siendo; los otros eran simple masa alienada y manipulable, ayer por unos dirigentes, hoy por la televisión. El anarcosindicalismo no sólo no se ha basado en el individuo nuevo respecto a la masa afiliada, sino que en muchos casos – no siempre, no obstante – los mismos militantes parten de unas concepciones progresistas en el aspecto socioeconómico, pero conservadoras respecto a aspectos como la concepción patriarcal de la familia nuclear, basada en la autoridad del padre y la sumisión de la mujer y los hijos, en la exaltación del trabajo, en sus sistemas de valores, al ser fieles del anarquismo, etc.
Entendemos que el comunismo libertario no es sólo un proyecto social y económico, sino un proyecto integral y liberador, basado en un individuo totalmente nuevo.
El otro gran mito del anarquismo tradicional es la preocupación minoría/mayoría. En el siglo XIX podía tener un cierto valor referencial plantear la anarquía como una lucha de liberación de la mayoría contra la minoría dominante. Pero simplemente un valor referencial.
Actualmente, todas las fuerzas políticas intentan legitimar sus propuestas apoyándose en el mito de la mayoría. Pero, de la misma manera que el anarquismo no es esencialmente obrerista, tampoco tiene por base la mayoría, sino el individuo. El comunismo libertario, la anarquía, no es una simple suma de personas iguales, con un funcionamiento interno progresista, son el resultado asociacionista de una serie de individuos previamente independientes. El individuo es único, autónomo, irrepetible. El individuo es un concepto anterior al de sociedad , y por tanto ésta tiene que ser expresión en aquél. Solamente en la anarquía su pertenencia a una sociedad – o mejor, a una “asociación”- es permanentemente
voluntaria y rescindible. Nada se puede situar encima suyo. A partir de aquí, el individuo tiene derecho a luchar contra cualquier forma de dominación, sea ejercida por una minoría o, en última instanc ia, por una mayoría. Esta reflexión no es gratuita: el mito de la democracia
(mito que será convenientemente destruido en los capítulos siguientes), juntamente con la creciente alineación de masas, puede llegar donde no pudo jamás llegar la dictadura militar: a identificar el estado con la sociedad. Si esto sucede, y en según cuales democracias occidentales está sucediendo, y la presente desmovilización puede ser una anticipación, las formas de lucha no asimilables por el poder, a partir de sus partidos y de sus sindicatos, etc, serán marginadas y posteriormente criminalizadas. Llegados aquí, la decimonónica dualidad minoría/mayoría pierde todo sentido. (Resulta grotesco observar las estrategias populistas u obreristas de la izquierda aspirante a parlamentaria, que vacila entre una postura radical que tenga una mínima coherencia anticapitalista y una postura moderada que sea atractiva para la masa conformista, a pesar de que haya dejado de ser anticapitalista). En resumen, a pesar de que es cierto el conformismo de la mayoría , es producto de la acción de una minoría, que es la realmente dominante, el mito de la mayoría como argumento de legitimación de posturas ha de desaparecer. En este punto, sólo tenemos dos opciones: entender el anarquismo como una religión y esperar su cielo (llegar a la decrepitud física y contemplar retrospectivamente la gloriosa esterilidad de una vida de militancia) o tomarlo como un punto de salida de una práctica autónoma, directa e insurreccional, en permanente autocrítica hacia el comunismo libertario.
administración. Está claro que ambos se condicionan recíprocamente, hasta el punto de que el uno es imprescindible para la continuidad del otro, pero existe entre ellos una diferencia de composición, que hace falta señalar y delimitar para poderlos oponer con claridad a la nación. El Estado institucional, como forma organizada de poder, se desarrolla en el tiempo tomando diferentes formas como dictadura militar, democracia burguesa, socialismo estatista, etc (aunque las diferentes formas se reduzcan a esquemas similares: unos grupos dominantes ejerciendo el poder, unos cuerpos represivos para mantenerlo, una moneda para pagarlos, un lugar, la escuela, de adoctrinamiento de la moral y comportamientos del sistema, otros lugares – la prisión y el manicomio- donde aparcar los diferentes tipos de disidentes, el trabajo como actividad básica y valor supremo, una legislación al servicio de esa dominación…). En cambio, el Estado territorial se desarrolla en el espacio geográfico y se ve alterado en su extensión a partir de los conflictos internacionales, en definitiva, a partir del potencial bélico y financiero del Estado institucional del que es expresión. El estado territorial, como resultado geográfico del estado institucional, incluye dentro suyo y de forma arbitraria, gran cantidad de lugares a menudo diferenciados poblacionalmente. Incluye toda una serie de individuos y les fuerza a tener un devenir histórico, social, económico, cultural, etc común al mismo tiempo que los separa, por medio de las fronteras, del resto de la humanidad.
comunidad diferenciadora. Dentro del estado plurinacional, y por causas que analizaremos más adelante, se tiende a oficializar la cultura étnica de una de las naciones e imponérsela a las otras. En la lucha por la liberación social y nacional de los PPCC (Paisos Catalans) se produce una confluencia entre cultura social popular y cultural étnica catalana. Cualquier iniciativa que no parta de estas premisas esconde nuevas formas de dominación. No pueden ser válidas ni una cultura catalana conservadora ni una cultura popular españolizante (ni mucho menos, una cultura conservadora española o francesa, que es lo que actualmente se da). No se puede admitir globalmente una cultura étnica sin separar primero aquellos aspectos que no pueden desarrollar la personalidad del individuo, de aquellos otros que pertenecen al viejo mundo de la autoridad y el oscurantismo. Esto implica un rechazo a aspectos como religión, moral, familia, etc, que a pesar de formar parte del bagaje cultural de una nación a lo largo de los siglos, sólo pueden ser conservados como recuerdos de otras épocas, pero nunca como una reivindicación para el presente o para el futuro. Igualmente, no se puede hacer una cultura social popular en la cultura étnica impuesta. Es hacer un españolismo popular, mucho más peligroso que el oficial al provenir de fuentes con más credibilidad entre las clases populares
En el caso del anarquismo, la incomprensión no se limita a los términos en que planteamos la liberación nacional, sino que es un problema mucho más de fondo. Se puede hablar de un auténtico nacionalismo estatalista. Sus tímidas propuestas de federalismo (donde siempre reproduce este estado: federalismo de los pueblos de España, o, todavía peor, el sueño imperial español: “federalismo ibérico”) unidas a su persistente utilización del idioma impuesto, en prensa y propagandas, han acabado por convertirlo en un movimiento sospechoso de españolismo. Hablar (y por tanto aceptar) de “España” y de “españoles” supone asumir esa ficción nacional como algo propio. Han matado al Estado, pero continúan siendo españoles.
En el primer capítulo ya se ha examinado el españolismo dentro del movimiento libertario. Pero seguramente el error más cínico ha sido plantear la liberación nacional como un obstáculo para una liberación internacional. No se puede concebir ésta sin la liberación previa de cada una de las unidades más pequeñas. Se ha confundido el internacionalismo, el cual se ha de basar en la solidaridad entre las comunidades nacionales, con un interestatismo, el cuál reproduce fielmente el marco territorial, el marco patriótico del estado. Cuando un movimiento ha llegado a ser estatalista es que lleva dentro un proyecto que tiene que ver con el estado; estatalismo y estatismo son dos ideologías de un mismo estado.
El estado propio, el “estado catalán”, el “estado socialista de los Països Catalans”, son tan solo diferentes variantes administrativo represivas, pero nunca un fenómeno poblacional. La independencia es la ruptura con toda la forma de dominación, la no delegación de la propia capacidad de decisión y actuación. Es por eso que la independencia es esencialmente individual, antes que nacional, y, por descontado, mucho antes que estatal. Tomamos al individuo cómo base de un proyecto federativo que vaya articulando libremente las diferentes unidades poblacionales (comuna, comarca, región…) a partir de la previa independencia de las unidades más pequeñas. Esta es una independencia total, porque va hasta el final, hasta el individuo. Llegados a este punto, coincide con la anarquía. Pero se diferencia del proyecto anarquista y del independentista en que no parte de modelos estereotipados, como “federalismo de los pueblos de España”, “federalismo ibérico” o “reunificación de los Països Catalans”, sino que considera que la federación es el resultado de unas necesidades y aspiraciones colectivas, que se expresan libremente de forma espontánea y que reviste múltiples ramificaciones. Los Països Catalans no son para nosotros un marco patriótico (estatalista) obligado. Son una propuesta hecha a partir de unos lazos étnico lingüísticos. Contra el proyecto militarista de reunificación, oponemos el de libre federación. En la propuesta anarcoindependentista, la independencia de los Països Catalans se entiende como una suma de las previas independencias regional, comarcal, comunal e individual. Oponemos la confederación al estado. La confederación surge como una, forma de asociar fuerzas ante un objetivo común, ya sea la defensa de la insurrección, el asegurar suministros, etc… Pero se diferencia del estado en que es la asamblea la que toma los acuerdos, las comisiones encargadas de realizarlos son constantemente revocables… y sobre todo en que cada una de las partes, desde el individuo, puede abandonar la asociación cuando esta ya no le interese. La nuestra es una propuesta comunista libertaria y ecologista radical. Utilizamos deliberadamente la palabra “comunismo”. El comunismo libertario o comunismo anarquista es la aportación que hace al anarquismo P.Kropotkin y que diferenciamos del socialismo libertario o anarcocolectivismo de M.Bakunin. En términos estrictamente socioeconómicos, mientras el segundo pregoniza la propiedad común de los medios de producción y la participación de todos en la producción a cambio de una retribución proporcional al trabajo realizado, el primero considera esta retribución como un nuevo salario y pide llevar el comunismo no sólo a la producción sino también al consumo de los bienes producidos, a partir del comunismo de la abundancia y del apoyo mutuo. ¡Alucinamos a Kropotkin!. Si a finales del s.XIX el desarrollo tecnológico ya permitía hablar del comunismo de la abundancia, actualmente no sólo es posible esto sino convertir el trabajo en una actividad marginal. A partir de aquí, la idea del comunismo toma una nueva dimensión, que representa una revolución integral que afecta a todos los aspectos de la vida. El marxismo, en cambio, habla del estado socialista cómo paso previo al comunismo. Las experiencias históricas, con eso y todo, demuestran de sobra que el poder no es un medio sino un fin en sí mismo. El estado socialista se ha convertido en una de las formas de dominación más represivas y anuladoras que nunca se hayan concebido. Existe entre las bases del independentismo catalán un cierto recelo sobre la idea de “estado socialista de los Països Catalans” en la medida que no sea nada parecido al bolchevismo totalitario. Se habla de un “socialismo diferente”, de la “revolución según la realidad catalana”. Hay, pero, oposiciones como federalismo/centralismo, asambleísmo/poder, autogestión/estatalización, etc, que no admiten un punto medio. Y ecologismo radical, porque el capitalismo ya no es únicamente unas determinadas relaciones socioeconómicas, sino una concepción globalizadora que afecta a toda la actividad. La categoría de “institución penitenciaria” se ha apoderado de la sociedad. La escuela, la fábrica, la misma ciudad, son cárceles ampliadas. Una insurrección anticapitalista no se puede limitar a cambiar las relaciones socioeconómicas. “Nos basamos en el inagotable espíritu de destrucción y de anihilación que es fuente eterna de nueva vida. La alegría que ofrece la destrucción es una alegría creativa”. La sustitución de la ciudad por el bosque, del trabajo por la afición, la demolición de las diferentes instituciones penitenciarias, la liberación de los animales del zoo, la liquidación de los cuerpos represivos… una revolución que cambie integralmente la vida cotidiana. El ecologismo radical no es únicamente una propuesta antinuclear y de defensa del medio ambiente. Si bajo el delirio productivista del capitalismo, un urbanismo aberrante ha ocupado la tierra, creando entre cemento y cemento “zonas verdes”, con nuestro delirio, el bosque reocupa la tierra, creando entre verde y verde “zonas industriales”. La comuna ecológica y autogestionaria sustituye la ciudad y la fábrica. La comuna, basada en el asambleísmo y en el comunismo libertario, de un alcance muy superior al meramente económico, y en el que el individuo es el eje principal. Las comunas y su confederación sustituyen y niegan al estado. La anarquía, sin embargo, ha dejado ver “el cielo”. La anarquía que puede surgir de las ruinas del viejo mundo, tiene grandes limitaciones, como lo demuestran diferentes experiencias históricas. La anarquía es un nuevo punto de salida. Será indefinidamente un nuevo punto de salida porque no creemos en la necesidad de un cielo estable y sí en el encanto de la utopía. Y la anarquía ha dejado de definirse como una situación que ocupa un espacio y un tiempo, para conquistar nuevas áreas de carácter individual, que se plasman en el absentismo, el sabotaje, la expropiación, la provocación y el contrapoder, la alegría de ser disidente, el desprecio a las diversiones del sistema…
más elemental. Los diferentes derechos han de basarse en la validez de la soberanía que
queremos defender. La secesión aparece como la ruptura de unas relaciones de dependencia
indeseadas, por parte de una unidad más pequeña respecto a una unidad más grande. En el
planteamiento independentista tradicional, el derecho a la secesión nacional aparece a partir
de la negación de la soberanía estatal. Se considera a la comunidad nacional sometida, con
una entidad propia, diferente, única, y que, cómo tal, es legítima su secesión, la desobediencia
a los dictados de la entidad más grande. Este derecho a la secesión se plasma en una voluntad
de independencia que es limitada en un doble sentido.
En primer lugar, no se atreve a decir abiertamente que plantear el derecho de una entidad más
pequeña a autoadministrarse respecto a una entidad más grande, es un derecho elemental
anterior a la democracia, a la cual no se atreve a combatir frontalmente, alucinada como se
encuentra por los nuevos mitos con los que el estado capitalista español se autoperpetua.
Nosotros oponemos acracia a democracia. En la democracia – no sólo en la democracia
burguesa, sino en todo el planteamiento democrático – la sociedad o reunión de individuos
que han de regir según el principio de la mayoría, existe anteriormente a los individuos que la
componen (sea esta el marco territorial del estado español o el que sea), negando de buen
principio su derecho a “formar o no formar parte”, a salirse cuando quieran, forzándolos de
esta manera a tener un devenir común y a obedecer a los dictados de una entidad – la mayoría
– que es conceptualmente posterior a ellos mismos y que solamente podría empezar a tener un
poco de sentido si fuese el resultado de una libre asociación. En la acracia, en cambio, los
individuos tienen una existencia propia y anterior a la sociedad que no es otra cosa que esa
libre asociación de individuos independientes, que pueden adoptar un mecanismo de
funcionamiento interno o no, pero en el que cada uno puede optar a rescindir su parte de la
asociación, puede decidir “no formar parte”.
La limitación en este sentido del independentismo tradicional es que después de haber negado
la validez de la “soberanía nacional” del estado central, basa en una mayoría forzada (la
“prisión de pueblos”) únicamente le opone otra “soberanía nacional”, la del estado de los
Països Catalans, creada a partir de la idea de ser nación de ser una entidad propia, diferente y
única, anterior al estado español, pero no sabe llevar la negación hasta el principio, hasta
reconocer el primer escalón con entidad propia, diferente y única: el individuo. No reconocer
previamente la individualidad provoca que la suya sea una independencia limitada, una
independencia entre diferentes soberanías nacionales, impregnadas ambas de estatalismopatriotismo
(un marco territorial obligado) y de estatismo (una similar institución
administrativo – represiva) pero que nunca sea un hecho liberador.
Y la segunda gran limitación, derivada íntimamente de la primera, es que concreta su derecho
a la secesión en la edificación de un nuevo estado. Una vez más, la confusión entre estado y
nación hace que se presente el fenómeno institucional como una solución al fenómeno
poblacional. Como ya se vio antes, el mito del “estado propio” es falso. El estado siempre será
el instrumento de las clases dominantes sobre la población, sea el
que sea su marco territorial de actuación, su ideología, la clase en el poder, etc… y la
población no podrá jamás llegar a identificarse y fusionarse con un estado propio o no propio,
porque esto significaría que este se ha disuelto en tanto que estado. Es por esto que el derecho
a la secesión de los (otros) independentistas, en última instancia, no afecta en nada esencial al
individuo: su estado podrá no ejercer la dominación sobre la identidad nacional, pero
reprimirá igualmente las áreas de decisión y de actuación individual, que son anteriores a la
nación y negadoras del estado. Sólo a partir de oponer la confederación al estado se puede
llegar a una INDEPENDENCIA TOTAL y a una ANARQUÍA SIN LÍMITES, se puede llegar
a llevar el derecho de secesió n al primer eslabón, al individuo. Una vez reconocido el carácter
propio, diferente y único de todo individuo y a partir de aquí, su derecho a la secesión, a “no
formar parte” , se puede comenzar a construir una asociación, ya sea el municipio libre, la
comarca, o la confederación de comunas autogestionarias de los Països Catalans.
3.5.- Independentismo mejor que nacionalismo
Optar por el término “independentismo” en lugar del de “nacionalismo” responde a diversos
criterios. En principio, no consideramos el nacionalismo necesariamente opuesto al
internacionalismo. De hecho, el segundo sólo se puede entender – ni que sea
etimológicamente – como una ampliación del primero. La exaltación de la propia nación no es
un obstáculo para la exaltación de las otras naciones, aunque nuestro objetivo no es exaltar
nada, sino liberar algo que se encuentra reprimido. Todo y con eso, no defendemos el
fenómeno “nación” en bloque, porque en tanto que fenómeno poblacional, presenta dentro
suyo todas las contradicciones de las sociedades clasistas.
En el capítulo 2º hemos opuesto cultura popular a cultura burguesa, teniendo en cuenta que
ambas pueden ser “catalanas”, y además, aquí oponemos el individuo disidente al viejo
mundo, teniendo presente que también ambos pueden ser “c atalanes”. Además, dado el peso
que tiene la burguesía catalana dentro del estado español, el viejo mundo “catalán” es muy
grande, y nuestro antagonismo social con ella lo suficientemente pronunciado, como para que
nos distanciemos del “nacionalismo” y nos acerquemos al concepto de “independentismo”,
entendido en su contenido más ruptural y más de autoafirmación del poder.
Hablar de naciones opresoras y de naciones oprimidas es una falacia. Existe una opresión
nacional que se manifiesta desde la marginación del idioma hasta la interiorización de un
patriotismo estatalista, pero es erróneo globalizar toda la comunidad nacional como opresora
u oprimida. Dentro de cada comunidad nacional existe un antagonismo social, de tal manera
que el estado central no es la expresión de la supremacía de una nación sobre las otras, sino
que es el instrumento de todas las clases dominantes que se encuentran dentro del estado, para
mantener su dominación social.
La perpetuación del estado español no se debe al mito de “Madrid” o a una hipotética “clase
dominante española”. Se debe a una alianza entre las diferentes clases dominantes (burgués
catalán, terrateniente andaluz…) que son las auténticas inspiradoras del estado y las
responsables del colonialismo interior.
La burguesía catalana no es la víctima del estado español, sino uno de sus puntales más
firmes. Es por ello, y no únicamente desde una perspectiva de revolución social sino también
de liberación nacional que nuestro enemigo prioritario es la burguesía catalana. En este
contexto, el papel jugado por el regionalismo burgués en el paso del capitalismo- fascista al
capitalismo-democrático es paralelo al jugado por la izquierda parlamentaria y la izquierda
aspirante a parlamentaria. Es decir, a partir de la exaltación de algunos aspectos folclóricos o
puramente nominales de la realidad catalana, ha absorbido a un importante sector de la masa
media conformista (“clases populares”, etc) y ha canalizado su descontento hacia “una
participación catalana dentro de España”. El regionalismo burgués se ha revestido de
nacionalismo y toda una colección de escritores y políticos demagogos con acceso a la prensa
y a los medios de comunicación nos ha bombardeado y escopeteado con declaraciones de
defensa de Catalunya, “somos una nación”, etc. Bajo toda la fraseología, no obstante, hay lo
mismo de siempre: el autonomismo como solución para la continuidad de “España”, la
exaltación regional como superación del antagonismo social, la fragmentación de los Països
Catalans… la burguesía catala na, como toda burguesía, tiene por ideología el capitalismo,
nunca la nación. Si en un momento dado le puede ser útil fingir que tiene por ideología la
nación, lo hace. Pero lo hace mezquinamente: no tiene ni el empuje de las burguesías liberales
europeas del s. XIX que reclamaban la separación política; la burguesía catalana es
españolista. Los diputados y senadores regionalistas resumen muy bien esta postura en un
manifiesto realizado el año 1909, ante los hechos de la Semana Trágica (106 muertos, 1725
procesos militares, 5 penas de muerte ejecutadas): “Cómo ciudadanos de un país en que las
instituciones representativas abren el camino a la ordenada manifestación de la voluntad y de
los sentimientos populares, como catalanes enamorados de nuestra tierra, condenamos la
violencia contra las personas y contra las propiedades para mayor irrisión en nombre del
pacifismo… protestamos que se haya elegido para perpetrar estos atentados el momento en
que nuestro ejército lucha heroicamente para sostener en una campaña exterior, la dignidad y
el futuro de España”
(1). La burguesía regionalista, con una mano adula el electorado local y con la otra al
gobierno central. Observad como después del 23-F, el presidente de la Generalitat Jordi
Pujol ponía especial énfasis en reafirmar la españolidad de Catalunya, en sus discursos
por otras “comunidades autónomas”
(1) Manifiesto de senadores y diputados regionalistas, “Nuestra protesta”, en el
Correo Catalán de 19-08-1909
3.6.- La liberación nacional en una perspectiva marxista.
Examinando la obra de Karl Marx referente a la liberación nacional, observamos que no llega
nunca a una formulación teórica genérica sobre el tema, sino que su opción gira siempre en
torno a la situación concreta de cada nación. Esto se deriva de su idea sobre la evolución
histórica. La Europa de mediados del s.XIX se debate todavía entre las pervivencias del
régimen feudal y el ascenso del capitalismo. Marx considera que en los países más
“atrasados”, el ascenso de una burguesía liberal, democrática y nacionalista es positivo,
primero porque liquida el régimen señorial anterior, y segundo, porque sienta las bases de un
capitalismo industrial en el que se desarrollará el proletariado, condición necesaria para llegar
al socialismo, a partir de su dictadura de clases y de aquí al comunismo. Es en este contexto
de la necesidad de pasar por el “purgatorio” capitalista para llegar al socialismo y al
comunismo, que es necesario ver la posición de Marx ante las numerosas reivindicaciones
naciones que se presentan durante el s. XIX. Para Marx, la liberación nacional no tiene un
derecho propio, la subordina a la liberación social. Es decir, si una reivindicación nacional
coincide con una burguesía progresista que reclama libertades democráticas a un estado
central “atrasado”, entonces la reivindicación nacional si que merece ser defendida. Ahora
bien, si el “atrasado” es el pueblo que reclama la libertad nacional, entonces su reivindicación
no tiene que ser defendida.
Marx ataca las pretensiones de liberación nacional de los pueblos eslavos respecto al imperio
austro-húngaro, ya que son pueblos “atrasados” y su victoria es un paso atrás en la lógica
materialista (ascenso de la burguesía, formación del proletariado, etc…) y además, favorecería
la situación de Rus ia (despotismo zarista) en la Europa Oriental. En cambio, sufre un
furibundo pangermanismo. Marx observaba en la Alemania de los años 1870 uno de los
países en la vanguardia de la revolución socialista: se ha cumplido la unificación política y
económica, existe una acelerada industrialización con la consiguiente formación de
proletariado, este proletariado se ha dotado de organizaciones de clase, etc… Cree que la
“germanización”, es decir, la asimilación alemana de los pueblos eslavos, les sacará de su
situación de retraso y les llevará hacia el camino del socialismo.
En las interpretaciones historiográficas anarquistas del s.XIX, en cambio, sobre todo los
trabajos de Kropotkin y de los hermanos Reclus, el paso al comunismo, a la anarquía, se
puede hacer desde cualquier situación histórica, sin necesidad de pasar períodos de transición.
Esto comporta otra visión del hecho nacional. En los países precapitalistas no será necesario
importar ningún modelo revolucionario foráneo – no hay una “mission civilizadora” – sino
que será el campesinado el sujeto revolucionario. Esta visión del “siempre es el momento
oportuno” hace que implícitamente se reconozca la especificidad de cada lugar y de cada
situación (paneslavismo de Bakunin). Es conocida la afirmación de este autor: “el estado no
es la patria, es la abstracción, la ficción metafísica, mística, política, jurídica de la patria. Las
masas populares de todos los países aman profundamente su patria; pero éste es un amor real,
natural. No se trata de una idea: se trata de un hecho … Por esto, me siento francamente y
constantemente el patriota de todas las patrias oprimidas”. Ahora bien, también es conocida la
afirmación de Marx: “un pueblo que oprime a otros pueblos no será nunca libre” (1870). Lo
que es necesario observar es qué práctica se desprende en cada caso. Marx , atrapado en su
lógica, sacrifica cualquier cuestión pendiente al triunfo final del
comunismo. Un exceso de “ciencia” le ha convertido en reaccionario. Ignorar qué es la
opresión nacional, ignorar el derecho de secesión, el derecho a mantener el carácter único,
autónomo e irrepetible de cualquier identidad, sea individual o nacional, supeditar una (de
otra parte inexistente) liberación nacional basada en la edificación de un nuevo estado
burgués, a frías elucubraciones de laboratorio sobre si acelera o hace retroceder la marcha
imparable de la historia… todo eso hace de Marx un perfecto desconocedor de los contenidos
liberadores que puede llegar a tener el comunismo. En el comunismo – entendemos por este la
sociedad autogestionaria en que el estado se ha
extinguido – los individuos reafirman y potencian al máximo todos los aspectos de su
personalidad, contrariamente a los sistemas anteriores, en que un grupo dominante,
organizado en forma de estado, reprime o tergiversa de estos aspectos a fin de perpetuar su
dominación. No creemos en un comunismo estereotipado, que ha perdido toda su autenticidad
en la gestación en el laboratorio, sino en un comunismo, o mejor todavía, en una anarquía
como práctica constante y como actividad vital. Cuando Marx justifica la desaparición de
pueblos eslavos “atrasados” para ser germanizados, o cuando justifica la penetración colonial
del capitalismo británico en la India, porque eliminará el despotismo oriental y acelerará las
fases de formación de una burguesía y, posteriormente, de un proletariado revolucionario, no
está pregonando un comunismo liberador sino una monstruosidad totalitaria, a la cual los
individuos llegan después de haber perdido una importante parte de su personalidad: la
identidad nacional.
(Aquí dejamos este apartado para no hacernos demasiado rollo, si alguien tiene un inusitado
interés (masocas hay en todos los lados) (n de t: esto forma parte del texto original, pero
desconozco como se podría contactar hoy en día con los autores del mismo) que se ponga en
contacto con nosotros). Amén.
4.- ESTADO: NI ESPAÑOL NI CATALÁN
4.1.- Contra el “estado socialista” de los Países Catalanes
Los grupos que actualmente se reclaman favorables a la independencia de los Países
Catalanes, desde una perspectiva marxista, si que han llegado a una formulación teórica sobre
la independencia en la cual la liberación social y nacional son simultáneas. Esta formulación
se plasma en el llamado “estado socialista de los País es Catalanes”. La actitud de denuncia
llevada por el movimiento libertario no nos sirve porque a pesar de denunciar el estado
socialista no ha sido capaz de dar ninguna alternativa de liberación nacional. Una de las
principales utilidades del presente trabajo es la de realizar una crítica al citado estado desde
una perspectiva anarquista pero al unísono independentista.
Todo estado socialista es, en realidad, capitalismo de estado. El sector que se apropió de la
revolución, encuadrándola en sus esquemas de partido, necesitó el apoyo de un amplio
movimiento social que abarca a la mayoría de la población, pero una vez conseguida la
revolución, ha liquidado las áreas de autonomía que las clases populares han arrebatado al
anterior régimen y sólo una elite burocrática ejerce el poder. La concentración de todo el
poder económico, militar y político en manos del estado socialista hace que este llegue a un
grado de perfección dentro del capitalismo, no conseguido por la democracia burguesa. En el
capitalismo monopolista, en efecto, la alta burguesía, a pesar de ejercer su dominación social,
tiene disputas interiores (competencia entre empresas, etc…). El estado socialista, en cambio,
ha dado una cohesión a la clase dominante a través del partido: las empresas son públicas y la
planificación orienta la producción, pero los excedentes son apropiados por la nueva clase
dirigente, a la cual llamaremos “tecnoburocracia”. Esta es la base del capitalismo de estado,
que tiene un cierto parecido, como señala Abraham Guillén, con el modo de producción
asiático descrito por Marx, y que Stalin, en su enumeración de los modos de producción
marxista, omitió, para evitar peligrosas deducciones… El control del estado socialista, a pesar
de esto, no se limita a la esfera de la producción, sino que afecta a cada aspecto de la vida
individual como ningún otro tipo de estado ha llegado a hacer: la alineación ideológica en los
mitos del “socialismo”, la militarización de la sociedad, el cont rol policíaco del individuo, el
control de movimientos, el exterminio de la disidencia…
El estado socialista de los Países Catalanes no será una excepción. Hay oposiciones como
reunificación/confederación, centralización/autogestión, estado/anarquía,
productivismo/ecologismo radical, elite tecnoburocrática/población, que no admiten punto
medio ni excepción histórica. La pasma del estado socialista de los Países Catalanes no se
dejará llevar por el “seny” cuando tenga que reprimir. Pero es que además, el estado socialista
de los Países Catalanes no resuelve tampoco la cuestión nacional. Una nación no es
únicamente un marco territorial determinado, es sobretodo un grupo poblacional de
individuos con unos vínculos étnico- lingüísticos. De aquí radica que su liberación no se
resuelve con un simple cambio en la ubicación de la institución administrativo-represiva
estatal, sino que sea un proceso más profundo, de descubrimiento y potenciación de la propia
identidad, un estado, podrá “legalizar” esta identidad en sus aspectos externos, como lengua,
manifestaciones culturales, etc… pero nunca “potenciarla” porque teme enfrentarse a
individuos tan altamente conscientes de su individualidad. Y en última instancia, porque
“independizarse” es romper cualquier vínculo de dependencia , y el estado socialista de los
Países Catalanes lo único que puede hacer es someter a la población y mantener militarmente
“unidos” los territorios que componen estos Países Catalanes.
4.2 Contra los topicos libertarios
Planteamos ahora una cuestión : la liberación de un individuo es un ostaculo per la liberación
global de individuos? no es mas bien una necesidad? Una sociedad en bloque, puede liberarse,
pero no nos interesa la sociedad. La sociedad es una jaula donde viven diferentes individuos,
no importa bajo que régimen, pero pris ioneros al fin y al cabo, por no haber podido elegir si
formaaban o no parte. Nos interesa la asociación, en la medidada que es una organización
social posterior al propio individuo, y donde este vive voluntariamente y hasta que quiera. La
unidad primera es el individuo, tan equivocado seria pensar que su liberación dificulta la de la
colectividad, como pensar que la liberación de esta colectividad dificulta la de ese individuo.
Una vez hecho este paralelismo, porque el anarkismo mas integrista y doctrinario se empecina
en considerar la liberación nacional, que una liberación que afecta a individuos concretos,
como un ostaculo para la liberación internacional ? El anarkismo es, en teoria, multiple,
diverso, federalista, parte de abajo para llegar a arriba. El anarkisrro pregona que combate al
estado. Donde se amagan estas proyectos? El anarkismo esta aceptando al estado en su
territorio y en su ocmbre, esta siendo estatalista, esta ignorando la realidad mas pequena, que
es la base de su planteamiento, para favorecer una abstracción juridica “grande”, como es
“Espana”. Su internacionalismo no es otra cosa que la fiel reproducción de los diferentes
estados.
No asumir la liberación nacional, posponerla a una futura e hipotética destrucción del estado,
significa convertirse en complice del estado en su tarea de anihilación de las comunidades
nacionales.
El anarkismo no ha sabido comprender la opresión nacional en lo que esta tiene de especifica,
y por esto, ha confundido las iniciativas nacionalistas liberales del siglo XIX, como unica
posible via de liberación nacional. A partir de la idea de que toda reivindicación nacional
tiene como objetivo la creación de un nuevo estado independiente en manos de una burguesia
local, ha ignorado aquella e implcitamente ha venido a favorecer el proyecto uniformizador
estatalista.
Tan erróneo como confundir el estado con la comunidad nacional es el pensar que el hecho de
asumir una lucha de liberación nacional viene a separar, cuando no a enfrentar, las clases
populares de las diferentes naciones del estado plurinacional y a favorecer los intereses de la
burguesía local. Una solidaridad internacionalista, en éste caso entre las diferentes
comunidades nacionales sometidas por el estado español, ante este enemigo común, ha de
producirse en igualdad de condiciones. La utilización – por ejemplo – del idioma de una de
ellas en la prensa y propaganda que leen las otras, supone una nueva jerarquía, y al fin y al
cabo un sacrificio de las comunidades minoritarias a favor del oficial. El pretendido
federalismo ha acabado en centralismo. La lucha cotidiana de las clases populares catalanas,
es solidaria con la de las clases populares de las otras naciones, pero no sólo en el estrecho y
artificial marco geográfico del estado español, sino de mas allá de sus fronteras. No estamos
separando esfuerzos, estamos reconociendo a cada uno su propia individualidad, condición
previa y necesaria para enfrentarse al enemigo común, el estado.
Pero el españolismo del movimiento libertario no es únicamente una confusión de nombres,
sino una concepción mucho más profunda. Identificarse con el territorio “España”, adoptarlo
como marco organizativo en el presente y en el futuro, sentirse “españoles” , representa la
aceptación y la prioridad del criterio político – administrativo estatal ante el criterio
poblacional. Históricamente, el “movimiento libertario español”, ha condenado repetidas
veces las reivindicaciones nacionales, tildándolas de separatismo. ¿Qué significa entonces su
federalismo?. Federalismo supone agrupación o asociación a partir de unidades que son
previamente independientes, y por tanto, libre de asociarse o separarse cuando mejor les
convenga. Hablar de “separatismo”, supone llevar un modelo organizativo obligado, que, por
tanto, no se puede alterar libremente. Se tiene que combatir el españolismo del movimiento
libertario y todo el conservadurismo que impregna el “paraíso” estereotipado. No vamos a
crear nuevas fronteras, sino a disfrutar las existentes. Vamos a liquidar el viejo mundo.